viernes, 16 de septiembre de 2011
















   
"¿Y a ti qué? ¡Sígueme tú!"
       Con mucho interés he observado sus reacciones a medida que leen el discurso del amado Pablo sobre el Amor. Es siempre interesante observar la interpretación de los individuos sobre la declaración que Pablo ama y utiliza tan bien —"Yo soy el Guardián de mi hermano"— porque implica tan a menudo el Juicio de la moral y de la vida del hermano, en vez del estímulo y desarrollo de sus virtudes. En este punto del sendero, el estudiante está muy propenso a desarrollar el denominado "ORGULLO ESPIRITUAL". Quisiera advertirles a este respecto, Mis amados, porque a medida que los individuos progresan en conocimiento espiritual y se les dice que deben ser ahora "guardianes de sus hermanos", ocurre invariablemente que la mente externa decide dentro de sí que debe establecer la norma para la conciencia de cada hombre —y que eso incluye a su maestro, a sus compañeros estudiantes y a toda la humanidad. Es una actitud muy peligrosa y precaria de sostener, y como una medida preventiva, puedo solamente referirlos a la afirmación de nuestro Amado Jesús, "¿qué a ti? ¡Sígueme tú!" [Juan 21:22]
Jesús encontró esta misma tendencia entre sus seguidores durante Su ministerio en Judea, y recordarán que Él explicó el funcionamiento de la Ley en la hermosa parábola de los obreros de la viña —aquéllos que trabajaron todo el día, aquéllos que vinieron al medio día, y aún otros que vinieron cerca de la tarde—; y cuando llegó el momento de ajuste de cuentas y todos recibieron la misma cantidad en pago, hubo queja ante la aparente injusticia. Amados Míos, ustedes son aquéllos que han trabajado "desde la mañana" —trabajado a través del calor del día y trabajarán, espero, hasta que el Sol se ponga. Si otros vienen después y cosechan donde ustedes sembraron, esa es la naturaleza de las cosas: pero nadie pierde en su trato con Dios. Su recompensa por entrar a la Gran Hermandad Blanca es la oportunidad para la expansión de su esfera de influencia para bendecir más de la vida y para ser tolerantes —¡en extremo!— con su prójimo, por no decir con sus compañeros estudiantes. Ustedes no saben —ningún ser no-ascendido sabe— la cantidad de karma que otra corriente de vida pueda estar llevando, ni qué gran karma puede estar siendo mitigado mediante el amor de una parte de vida por otra. Por consiguiente, avancen sobre sus senderos individuales, amados Míos; adhiéranse a la norma más alta que hayan encontrado, y en cuanto a las acciones de sus compañeros de viaje, recuerden la admonición de Jesús, "¿Y a ti qué? ¡Sígueme tú!"
Amado Mahá Chohán. "Boletines Privados de Thomas Printz", vol. 3.

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