domingo, 27 de mayo de 2012

PRIMERA CELEBRACIÓN DE PENTECOSTÉS, por la Maestra Ascendida Madre María 
PRIMERA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO

              Después de que el Amado Jesús ascendió desde la Colina de Betania, aquellos de nosotros que sabían que el Espíritu Santo habría de venir nos preparamos para el primer Pentecostés. Nuestro Amado Mateo era el tesorero de nuestros fondos, y era su responsabilidad el procurar un salón en segundo piso donde los discípulos se pudieran congregar, en el mismo Jerusalén. Allí, el primer bautismo del Fuego Sagrado vertiéndose a través de ellos les dio ese confort que sus corazones tanto deseaban, así como la fe y confianza que sus almas requerían. Antes habían recibido esto al estar próximos a la presencia física de Jesús, pero parecía como que se les iba al Jesús ascender. Justo después de la Crucifixión y la Resurrección, las cosas se calmaron bastante en cuanto al Sanedrín y al gobierno romano concernía, ya que ellos sentían que habían puesto punto final a esta amenaza en particular a su autoridad. Sin embargo, el Amado Jesús nos sugirió que no atrajéramos la atención a nuestra pequeña y humilde comunidad en Betania. Nos pidió que subiéramos a Jerusalén, y que nos preparáramos para ese Pentecostés, haciendo acopio de gran sensatez y discreción para no atraer sobre nosotros ningún tipo de reacción de parte de las autoridades.

        De ahí que, durante ese Pentecostés con el cual ustedes están familiarizados, cuando descendió la radiación del Amado Espíritu Santo, los discípulos se volvieron a llenar de fuego vital, con el deseo de avanzar en predicar el Evangelio. Se sentían ahora mil veces más fuertes que cuando estaban en la Presencia en sí del Amado Jesús. En lo personal, sentí un gran alivio cuando esto ocurrió, porque los diez días que transcurrieron desde la Ascensión representaron para mí un gran gasto de energía. Todos se apoyaban en mí, buscando fe y confianza por la aparente "pérdida" de la proximidad de la asociación física con su amigo, Jesús.
    Durante algún tiempo vivimos en esta paz relativa, y sembramos nuestros granos, lino y árboles. Esquilamos a nuestras ovejas y tejimos nuestras vestiduras. Por las noches escribíamos los sencillos Evangelios. Las mujeres cosían y tejían, y los mismos discípulos instruían a todos los que acudían a Nosotros.

"Memorias de María, Madre de Jesús". Puente a la Libertad.

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