viernes, 11 de noviembre de 2011



El Amado Uriel, Arcángel del Sexto Rayo, dice: 
De todo los Ángeles que habitan la atmósfera inter­na alrededor de la Tierra, las Legiones más grandes son las del Señor Miguel y las Mías. Somos los Servidores de Dios, y es Nuestra gran oportunidad y alegría en el esquema uni­versal, ministrar a los hijos e hijas de Dios, quienes han tejido con el  pensamiento y sentimiento ciertas experiencias dolorosas, y quienes, en su situación extrema, invocan el Poder Superior pidiendo ayuda para auto - liberar­se.
      Nosotros formamos esas Legiones que responden a los llamados y oraciones del más pequeño de los humanos. En un Orden graduado, los Ángeles de la Ministra­ción se despliegan desde el Corazón del Mismísimo Sol Central, descendiendo hasta los ámbitos astral y psíquico. A través de la Guardiana Silenciosa, somos alertados en el momento en que la Llama en el corazón se agita y el silencioso: “¡Dios, ayúdanos!”, se eleva desde el interior de la concien­cia. En ese momento, de acuerdo a las necesidades, se envía a uno - o a más - de nuestras Legiones, a llevar gracia y asistencia a la corriente de vida que necesita socorro. 
   Los Ángeles de la Ministración son los Mensajeros del Altísimo. Son quienes encarnan la cualidad mística de la GRACIA. El complemento de Mi corriente de vida es conocido en los Niveles Internos como DOÑA GRACIA. Ella es la “Señora llena de Gracia” en el Reino Angélico - así como actualmente la Amada María es la representante de la Gracia para el Reino Humano.
   Existe una Ley Cósmica que es inexo­rable e inalterable, la cual requiere que el Llamado TIENE que venir de la octava en que se siente la necesidad. Si esto no fuera una verdad auto -evidente, aquellos de Noso­tros que vivimos en amor y misericordia, hace tiempo habríamos elevado a la humanidad a la Luz.
   Las grandes Guardianas Silenciosas que ha­bitan encima de grandes ciudades, constantemente están vigilando esos rayos y parpadeos de luz que salen del alma, y que indican un “S.O.S.” a las Huestes Celestiales pidiendo asistencia. Estos seres hacen el Llamado a uno de los Directores de la Hueste Angé­lica en nuestra esfera. Dicho Director le da la misión a un ángel que está lo suficientemente desarrollado como para sostener dentro del mundo de sentimien­to, la cualidad de la radiación que es la respuesta a la oración. Esa cualidad estimula tanto la Llama en el corazón, como el alma del suplicante, y cuando las dos se encuentran, el suplicante mismo magnetiza la respuesta - que llega de acuerdo a su aceptación.
    La amada Hueste Angélica que trabaja con No­sotros, comienza con los ángeles pequeñitos, quienes encarnan las cualidades de Fe, Alegría Esperanza y demás Virtudes, y que al principio no son capaces de retener por más de una hora la radiación especifica de la cualidad que puede requerirse en la Tierra. Sus primeros esfuerzos por dar asistencia son fugaces, y se apresuran a regresar a la seguridad del Director desde cuyos brazos y aura han sido enviados adelante a vaciar su pequeño recipiente de Fe o Confianza - o lo que sea - dentro del cordón de plata y corriente de vida de algún desalentado o desesperado. Al registrar la victoria de semejante misión, el pequeño ángel va tomando confianza y ansias de aprender, y esta mas deseoso de mantener el auto-control necesario para sostener más de la Virtud en la próxima misión. Es así, a base de experiencia, que la Hueste Angélica crece, se desarrolla y aprende el gozo que hay dentro del servicio.

del libro "Los siete Arcángeles hablan" Una publicación del "Puente a la Libertad"

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