lunes, 9 de enero de 2012

"Deseos inferiores" 
por Annie Besant y C.W. Leadbeater

Además, debéis precaveros de ciertos  deseos inferiores que son comunes en la vida diaria. No deseéis jamás brillar o parecer superior en ningún sentido. (tomado de "A los pies del Maestro") 

C.W.L. - Muchos son los que desean pasar por inteligentes, destacarse entre los demás. Pero quien haya visto al Maestro cara a cara no puede ya pensar en distinguirse personalmente. Quien ha visto tal gloria, advierte al momento que todo el brillo que él pueda producir no es más que débil lucecilla en comparación con el sol. Tal idea no se le ocurre ya, y si la tuvo, se extingue en él. Todo aquel que imagina que su pequeña lucecilla puede deslumbrar al mundo, no ha percibido luces elevadas y no tiene puntos de comparación.
No obstante, para servir al Maestro debemos utilizar todas las cualidades de que disponemos en todas las maneras posibles. Las luces con que contamos no deben quedar escondidas bajo el celemín. No sólo es necesario el poderoso faro del Instructor del Mundo: que también alumbren la costa las lucecillas. Tan brillante es la luz del faro que muchos se deslumbran; y hay quienes nunca elevan la vista y no advierten su existencia. Para estos sirven las luces menores, más al alcance de su comprensión. Mucho podríamos ayudar a los que no están en condiciones de recibir la ayuda de los grandes seres. Cada quien tiene su lugar, pero no hay que desear brillar por satisfacción personal. Eso sería ridículo.
CRITERIO TRIPLE 
No habléis mucho. Es mejor hablar poco; mejor aún es callar hasta que estéis seguros de que lo que vais a decir es verdadero, es bueno, y puede ayudar a otros. Antes de hablar, pensad cuidadosamente si lo que vais a decir posee estas tres cualidades. De no ser así, no lo digáis. (Maestro Ascendido Kuthumi  "A los pies del Maestro") 
A.B.- Los que gustan de estar hablando siempre, no siempre pueden decir cosas sensatas. Por eso dicen cosas que mejor sería no escuchar, y contribuyen a aumentar la tremenda murmuración que hay en el mundo, causando así tremendos daños al permitirse ser dominados por la lengua en lugar de ser ellos quienes la dominen. Y aquí nos llega una enseñanza que con frecuencia he oído decir al Maestro: Antes de hablar, piensa si lo que vas a decir es cierto, bondadoso y capaz de dar ayuda; y si no tiene estas tres condiciones... ¡cállate! Esto te hará tardo para hablar, y gradualmente irás advirtiendo que hablas menos, lo cual resulta muy conveniente.
La gente charlatana derrocha energías que deberían ser empleadas en cosas útiles. Quien mucho habla, poco trabaja por lo general. Podrán ustedes pensar quizás que estas indicaciones sobre el hablar podrían aplicarse bien a mí, que siempre estoy dando conferencias. Pero aparte de mi trabajo, no hablo mucho. He perdido la capacidad de hablar de cosas fútiles, por lo que es frecuente que los demás se sientan desconcertados con mi silencio. En occidente, tengo con frecuencia que esforzarme para hablar porque el silencio se toma como aspereza de carácter, como orgullo, o como muestra de pocos deseos de agradar. Como es natural, carezco de facilidad de expresión cuando no tengo nada definitivo y útil que decir. Hablen, pues, cuando tengan buenas razones para ello; cuando lo que van a decir sea conveniente, cuando el hablar sea consecuencia de su amabilidad hacia los demás. No es este hablar el que debe evitarse, sino el hablar inútil. Cada palabra inútil es un ladrillo que ustedes van poniendo en la pared que los separa del Maestro, y ésta es una consideración seria para los que quieren llegar a Él.
DOMINAR LA LENGUA
Quien mucho habla no puede decir Verdad. Tal vez no dirá falsedades de manera consciente y perversa, pero no siempre podrá hablar con exactitud; y la inexactitud es falsedad. Es difícil hallar algo peor que vivir en una atmósfera de falsedad, tal como la que siempre crea el proclamar inexactitudes. Con frecuencia recibo cartas que no son más que un cúmulo de palabrería con algún contenido de hechos. En todos los asuntos ordinarios de la vida aprendemos a descartar las exageraciones. Cuando recibo cartas con quejas hacia otras personas -y conste que recibo muchas de éstas- juzgo la base que puedan tener, primeramente por mi conocimiento del carácter de quien las escribe, e interpretando también el estado de ánimo en que pudo haber estado al escribirlas. El Manú dijo que quien ha dominado la lengua lo ha dominado todo, y un instructor cristiano dijo: »La lengua es un miembro pequeño pero se jacta de grandes cosas. ¡He aquí, cuán grande bosque enciende una pequeña chispa!» [Santiago 3:5-6] Dominar la lengua es dominar la naturaleza inferior. Los pequeños inconvenientes con que tropieza el hombre son, en su mayoría, resultado de sus palabras ociosas -la reacción que producen. Los dolores de cabeza, las indisposiciones, la depresión, etc., son sus resultados. Si las personas que sufren esas contrariedades aprendieran el silencio, pronto mejoraría su salud física, tanto porque ya no desperdiciarían su energía nerviosa que derrochan con su charlatanería, cuanto porque no estarían pagando constantemente las deudas kármicas que resultan de su palabra ociosa. Debemos recordar que Pitágoras exigía a sus discípulos dos años de silencio. Debemos dar importancia a este hecho porque él fue el maestro a quien ahora conocemos bajo el nombre de Kuthumi, el instructor tanto de Alcyone como de Monseñor Leadbeater.
VOTO DE SILENCIO
En India hay muchos yoguis llamados munis, que han hecho votos de silencio tal cual lo indica su nombre. En ese país siempre se ha reconocido la importancia del silencio. Conozco a una persona que ha dado cumplimiento a esos votos durante diez años, de lo que ha derivado una gran paz y dignidad porque ha podido conducir su vida mucho más espiritualmente que si no lo hubiera hecho. Claro está que para la mayoría de nosotros, mientras vivamos en el mundo sería imposible cumplir con un voto semejante, pues tenemos la obligación de hacer en él trabajos de toda índole; pero bien podemos y debemos seguir el espíritu de esta enseñanza, guardando silencio siempre que nos sea posible, sin ofender a los demás.
La necesidad de observar y evaluar constantemente nuestros actos es también valiosa como entrenamiento para un mayor recogimiento de sí. Tenemos que decir algo, pero previamente decididos a no decir más que lo que satisfaga la regla de la bondad y la utilidad. Es una buena práctica la de hacerse el propósito de cumplir con esta regla durante todo un día; decidirse por la mañana a no decir ni una sola palabra ociosa durante todo el día; así, por lo menos se habrá logrado vivir bien un día. Nuestros hermanos jainistas utilizan esta clase de ejercicios para entrenarse en la auto-observación y en el control de la memoria. Por la mañana se proponen no hacer determinada cosa durante todo el día, aunque tal cosa carezca por completo de importancia. Al auto-observarse de esta manera, van adquiriendo la costumbre de controlar sus hábitos y tendencias, lo que viene a traducirse en la extinción del hábito del descuido. El Señor Buddha insistió mucho en este mal del descuido de la conducta; esto es, en la carencia de reflexión que hace que el hombre cometa tantos disparates.


PALABRA VERSUS ACCIÓN 
C.W.L.- Los que gastan todo su tiempo en ociosa locuacidad no siempre hablan de manera inteligente y útil; más aún, no pueden ser veraces. Los que siempre están hablando a la ligera dicen necesariamente algunas cosas que no son ciertas, aún cuando esas falsedades no sean intencionales. Profieren toda clase de inexactitudes, y luego se disculpan diciendo: "No tuve la intención de falsear, por lo que no tiene importancia." Lo que produce resultados no es lo que se quiere hacer sino lo que se hace. Si ustedes cometen una torpeza, no altera su carácter el hecho de que haya habido buena intención; el karma no se modifica por esta circunstancia. La buena intención, si es de carácter definido, puede traer sus beneficios; pero la torpeza cometida acarreará mal karma físico. Cuando un hombre dice algo y luego se corrige: "Sí, me equivoqué, eso no era así", ha dicho una falsedad aún cuando fuera sin intención; pero de cualquier manera, ha hecho una aseveración falsa. Disculparse diciendo que no tenía la intención de decir una falsedad es como tratar de disculparse por haber disparado accidentalmente contra otro, diciendo que no sabía que la escopeta estaba cargada. Era preciso suponer que el arma estaba cargada hasta cerciorarse de que efectivamente no lo estaba.
Sería una práctica muy conveniente la de decidirse a estar seguros de no haber dicho en todo el día, nada que no fuera verdadero, bondadoso y útil para la otra persona. Estaríamos todo el día muy callados, pero seguramente el mundo no perdería gran cosa por ello, y sería muy conveniente para nosotros. Por supuesto que así no podríamos sostener una conversación rápida y animada, porque tendíamos que estar deteniéndonos constantemente para pensar. Estas reglas se basan en las leyes de una moral elevada, y todo aquel que quiera hacer progresos rápidos, deberá tratar de ponerlas en práctica. Deberá modificar su carácter para estar en condiciones de observarlas, aún cuando lo lleven a entrar en conflicto con los métodos de la vida mundana. Esto podrá parecer muy rígido quizás, pero si después de examinarlo detenidamente, encontramos que lo que nos exige una vida elevada es demasiado duro, será menester que esperemos una o dos encarnaciones antes de poder lograr verdaderos progresos. No es posible hacer las dos cosas: llevar una vida fácil sin hacer esfuerzo alguno y lograr rápido progreso; pero sí podemos hacer una de las dos, y no podemos hacer ningún reproche al que estime que aún no puede hacer los esfuerzos necesarios.
OBSERVACIÓN CONSTANTE A LA PALABRA
Lo mejor es acostumbrarse desde el primer momento a pensar cuidadosamente antes de hablar, porque cuando alcancéis la Iniciación debéis fijaros en cada palabra, no sea que digáis lo que no debe decirse. (tomado de "A los pies del Maestro") 

C.W.L.- Esto podría causar confusión al que no conozca los hechos referentes a la Iniciación. Si alguien pensara en divulgar lo que realmente constituye un secreto de la Iniciación, antes de pronunciar las palabras habría olvidado lo que constituye el secreto. Así es como lo que realmente es secreto queda perfectamente a salvo; nunca ha sido divulgado y nunca podrá serlo. Pero sí existe un gran peligro para el iniciado que sea irreflexivo en sus palabras. Por supuesto que puede ponerse en una situación muy embarazosa. A mí se me ha confiado determinada información de diversa índole en la que no puedo ver ningún peligro en publicarla en los periódicos; pero se me dijo que no la divulgara y así lo hago, si bien no sé por qué se me exigió tal secreto. Una promesa es una promesa y debe cumplirse como cosa sagrada. Si algunos no están de acuerdo con tal actitud sobre estas cosas, quizás sería preferible que abandonaran inmediatamente toda consideración de progreso oculto.
Mucha habladuría vulgar es insensata y vana; cuando es chismosa, es maligna. (tomado de "A los pies del Maestro")
C.W.L.- Con frecuencia, lo que nosotros calificamos como charla innecesaria se sostiene con el propósito de proporcionar a los demás un rato agradable. Tal vez no es esto más que la mala costumbre de dedicar el tiempo a charlar, cuando podríamos emplearlo mucho más útilmente en pensar. Hay sin duda ocasiones en que nos vemos obligados a decir algo que no es absolutamente necesario, a fin de complacer a los que podrían interpretar mal nuestro persistente silencio. Pero además de esto, hay mucha charla innecesaria que no persigue los fines anteriores, sino que es sólo hablar por hablar, lo cual constituye una tontería. Los verdaderos amigos pueden estar en silencio y aún así gozar de su mutua compañía, realizando una íntima comunión de pensamiento. Pero si se trata de personas que sufren cuando la conversación se interrumpe, será indispensable seguir hablando constantemente, lo cual motivará que se digan muchas cosas que sería mejor callar. Las personas muy locuaces no son sabias y, por regla general, tampoco son buenos pensadores.
ESCUCHAR ES MEJOR 
Así, acostumbraos a escuchar mejor que hablar. No expongáis opiniones a menos que os la pidan directamente. (tomado de "A los pies del Maestro")

C.W.L.- Hay muchos que no pueden oír una cosa que les parezca errónea o incompleta sin contradecir inmediatamente, ocasionando de esa manera discusiones e inarmonía. Debemos comprender que no nos incumbe el corregir opiniones ni rectificar a nadie que pueda estar equivocado. Lo que sí nos toca es buscar la ocasión de ayudar a los demás de forma mesurada, y si se nos pregunta nuestra opinión sobre cualquier asunto, exponerla con calma y ecuanimidad, no con espíritu de oposición. No debemos presumir que nuestra opinión sea de gran interés para los demás; muchas veces no lo es y, por tanto, es una torpeza exteriorizarla. Una persona podrá estar plenamente segura de que tal cosa es en determinada manera, y nosotros podemos saber bien que no es así; pero lo más conveniente es dejarla hablar, pues es posible que esto le agrade y a nosotros no nos causa ningún daño con ello. Puede el individuo creer que la tierra es plana o que el sol gira en torno a ella, cosa que sólo a él concierne. Si estuviera uno en la condición de un maestro de escuela, encargado de corregir a los niños, debería corregirlos con calma y dulzura; tal sería el deber. Pero no hay nadie que desempeñe el puesto de maestro de escuela del público en general.
Claro está que al oír una acusación contra alguien, nuestro deber es decir: "Perdone usted, pero no está en lo cierto, eso no es verdad," y hasta donde sea posible exponer la verdad ante la gente. Esto tendría lugar en el caso de una persona indefensa; sería nuestro deber el defenderla.
LAS CUATRO CUALIDADES 
En resumen, las cualidades son: saber, querer, osar y callar; y la última es la más ardua de todas. (tomado de "A los pies del Maestro") C.W.L.- Sostienen los Rosacruces que todo aquel que desee hacer progresos ocultos deberá resolverse a saber, querer, osar y callar. Debemos conocer las verdades de la naturaleza y osar emplearlas. Para utilizar los grandes poderes que nos sean otorgados, debemos contar con una voluntad fuerte que pueda controlarlos y auto-controlarnos. Y entonces, cuando podamos hacer todo eso, deberemos saber lo suficiente para guardar silencio al respecto.
"A LOS PIES DEL MAESTRO. Pláticas sobre el Sendero del Ocultismo. Volumen 1"

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